Blanche DuBois huye de un pasado marcado por el fracaso de sus deseos incumplidos, por sus pérdidas materiales, acribillada por las muertes de sus familiares. Llega a casa de su hermana en busca de paz y tranquilidad. Busca un refugio o, tal vez, es el paraíso elíseo. Pero el paraíso nunca es tal y como lo imaginamos.
Esta es una obra de tormentos internos, de sueños y una tensión que se palpa en el ambiente. Tenneesse logra que esto siga siendo un grito de socorro. Un grito de desesperanza de aquel humano que es incapaz de priorizarse, por el simple echo de no decepcionar a aquellos que lo rodean.
Quizá esta obra nos abra los ojos y nos enseñe que nuestros sueños y deseos son mucho más importantes que intentar ser lo que el resto del mundo espera de nosotros.
María Pastor da vida a una Blanche espectacularmente compleja, pero de los personajes más interesantes que se pueden disfrutar en teatro. Logra que al espectador le invadan un torrente de sentimientos que pocas veces se pueden llegar a experimentar. Con María debo decir que sufrimos casi como nunca, ese histrionismo tan característico de su personaje, lograba llevarnos a un terreno emocional que pocas veces hemos podido pisar.
María estaba acompañada en escena por un elenco que hizo de las delicias y enfados de cada uno de los espectadores. Digo enfados porque Alejandro Tous nos llevó a un terreno que no me gustaría vivir, de echo terminé la obra odiando muchísimo a su personaje
Isabel Guardiola, Jose Di Ferri y David Ballesteros, completaban un equipo maravilloso que nos regaló un viajo inolvidable.
Quizás deberían crearse más obras como esta. esas que cuando sales del teatro no olvidas de golpe y porrazo, sino que se quedan contigo por mucho tiempo y te ayudan a entender un poquito mejor la vida.
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